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Un Gran Monte

CAMINANDO HACIA DENTRO Y ANDANDO POR EL MUNDO

CAMINANDO HACIA DENTRO Y ANDANDO POR EL MUNDO

SÁBADO, 29 DE JULIO DE 2023

 CAMINANDO HACIA DENTRO Y ANDANDO POR EL MUNDO.

QUIROGA A 29 de julio de 2023.

 


 

Cuando observo los árboles que me rodean, veo que están anclados mediante sus raíces en hasta la profundidad de la tierra que los sostienen y mantienen. Y, siento su vida, siento que están ahí, tranquilos meciéndose cómodamente con la brisa de un verano fresco. Y, uno puede imaginarse que el movimiento de sus hojas, son ojos avispados que no te pierden de vista, o, hasta que son orejas que buscan todos los silencios que les rodean. Silencios llenos de inmensos ruidillos, que produce el viento, los animales o nosotros, los seres humanos. Siempre están ahí, dispuestos a soportar las inclemencias del tiempo, las picaduras, plagas de insectos y mordeduras de los animales, o, nuestras determinantes hachas y motosierras. Ellos permanecen ahí, con sus pies anclados y sumergidos, en la tierra. Esperando pacientemente un plácido descanso o un cruento destino. Ellos no deciden ni participan, de todas las actividades, que puedan afectar al cambio inmediato de su medio ambiente. Ellos no pueden escapar o esconderse, del abrasante, fuego exterminador. Y. No hacen más que añadir más leña al fuego.

 

¿Pero por qué os digo estas cosas? Está tan claro como el cielo azul y la noche estrellada, que, semejantes a los árboles y a la intensa maleza y cegadores matorrales, que cubren nuestros apagados caminos, que, semejantes a los árboles, matorrales y a la maleza, llena de zarzas y espinos, que cubre todos nuestros desusados, o inhabilitados caminos, que impiden que podamos seguir andando por el mundo terrenal y espiritual, existen de igual forma, muchas personas en este mundo, que, piensan, dicen y se comportan, como los árboles, matorrales y como la maleza llena de rasgadoras zarzas y puntiagudos espinos, que, están anclados al suelo frio o caliente, pero al suelo permanente. Y, que como toda la maleza llenas de zarzas y espinos, cubren todos los caminos de esperanza y de fe, en el reino de Dios, y, nos quieren hacer creer, que nuestras viejas o jóvenes, utopías, son paranoias volátiles.

 

Sin embargo, tan claro como el cielo azul y la noche estrellada, yo os digo, que, las utopías, pueden ser paranoias, volátiles, etéreas, impalpables y sutiles, pero, que, dejan de ser todo esto, cuando la gente las persigue, con fe constante y con una esperanza determinante, para que se vean realizadas en las vidas cotidianas, de nuestras realidades, y, en la práctica habitual de nuestras vidas, para, que apreciemos que cualquier buena, bella, hermosa, bienhechora, encantadora, y, justa y feliz, de las utopías, dejan de serlo, para convertirse en la realidad más complacida de nuestro ser interior y exterior.

 

Por supuesto, no me ofende, que me digan que ponga los pies en la tierra, debido a mis delirios utópicos, de esperanza y fe, buscando un mundo mejor y más justo. Pues Dios, me ha dotado de pies para andar por los caminos de la tierra y dotado, de unos pies espirituales para andar por los caminos del alma. Y, pienso seguir andando, aunque solo sea con mis pies del alma, pues estos pies, no necesitan ni calzado, ni el suelo que pisamos, para desplazarse y para, caer o elevarse, sutilmente hacia los cielos dimensionales de nuestras utopías, o de nuestras esperanzas o de nuestra poca fe. Estos pies no necesitan anclarse como las raíces de los árboles, ni como las raíces de las malezas y matorrales, que nos impiden avanzar en la vida de nuestras cautivadas emociones, o de nuestros dispersos pensamientos, o de nuestros indeseados o desnudos, deseos. Estos pies avanzan contra viento y marea, y, aunque se tropiecen, o se hundan en profundas arenas movedizas, salen a flote y se elevan a esas alturas tan sutiles, que los pies en el suelo, no pueden imaginar, ni, siquiera pisar. Porque a los que poseen los pies en el suelo, se les puede amarrar, embarrar, encadenar, trabar, detener y, sujetar según caprichos, modas, o disposiciones sociales, políticas, religiosas o judiciales. Mientras que a los pies sutiles, etéreos y utópicos, no se los puede encadenar, ni obligar, porque en cualquier momento, pueden salir de cualquier prisión y echar a volar, por el infinito de su alma, que no encuentra maleza, ni matorrales, arraigados fuertemente al suelo, que les impida ser autónomos, independiente y libres, para buscar su paz y felicidad, escondida, detrás de algún cielo esperanzador.

 

Y, no olvidéis, ni dejéis de comprender, que los matorrales, malezas y hasta, los árboles milenarios, por muy profundas y largas, que sean sus raíces, no tendrían vida, porque, necesitan el calor y la etérea y sutil, luz del Sol.

Maestro Andar.

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