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Un Gran Monte

---LA CONCIENCIA Y LA RAZON DE LA RESPONSABILIDAD---

---LA CONCIENCIA Y LA RAZON DE LA RESPONSABILIDAD---

 

La conciencia y la razón de la responsabilidad.

A 16 de marzo de 2012.

Hola hijos míos.

 

Miro al cielo y veo unas amenazadoras nubes de tormenta, y no me asustan, porque sé que ellas no me atormentan, sino, lo que dentro de mí está, como los pensamientos, emociones y sentimientos, que yo puedo crear dentro de mí, como los buenos y malos momentos, que quiero y que siembro en mí, pues se que de ellos nacerán, todas los caminos retos o torcidos, que parirán una multitud de experiencias que me harán pensar que mi destino es caprichoso, o es complicado y hasta a veces que tengo suerte o mala suerte, y también a veces bueno y muchas veces malo, pero en realidad es que, soy yo el creador de la mayoría de las circunstancias, que finalmente me conducirán exactamente a vivir unas determinadas experiencias, y, que si no soy consciente de todo esto, creeré que es magia, creeré que es el destino que navega sin rumbo y sin sentido, creeré que es fruto de la casualidad, creeré que es buena o mala suerte, o creeré que es culpa de unos o de otros, o creeré que es buena o mala suerte, o creeré que es el destino que está escrito en las estrellas, o creeré que la brujería me lo puede arreglar o tiene la culpa, o creeré que, es el destino justo o injusto al que Dios me somete, pero en realidad, sé perfectamente, que la mayoría de mi destino corre por las venas de mis pensamientos a gran velocidad y, agarrándose a esta fuerte corriente de locura, vuelan mis sentimientos y emociones, arrastrando con la desesperada tempestad mi cordura y, sumergiendo con toda la violencia de un gran remolino de agua mi sentido común, y ahogando con desesperación mi extraviada conciencia, miro al cielo y pregunto, ¿por qué esto a mi?, como buscando una explicación, como buscando una respuesta que ignoro, pero sé que en realidad está dentro de mí y que yo, soy el responsable no solo de esta respuesta, sino, de todas las respuestas, a las cuales me quiero hacer el ignorante, ante las cuales, me quiero hacer el ciego y el sordo, pero, sin más, tomando con fuerza aire como haciéndome el boca a boca para salvar mi vida, la conciencia aquella profunda que tenia, parece revivir de la no existencia, parece revivir del olvido paranoico, y de la esquizofrenia de la razón desaparecida en combate, y parece que, me interroga y me acusa de asesinato premeditadamente insensato ¿a quién quieres engañar? ¿Quizás al mar que tan solo escucha su estruendo cuando rompe con violencia contra las rocas y las playas? ¿Tal vez quieras hacer entrar en razón al viento, que tan solo escucha su silbante y arrollador zumbido, y su estremecedor aullido, cuando abraza con fuerza los arboles y los valles, y las puertas y ventanas de las almas temerosas, que se les escurren de sus dedos viajeros? ¿Acaso quieras convencer al Sol, la Luna, y a las estrellas, de que no era real, lo que habías tramado en lo más profundo de tu corazón? ¿Tal vez te sea más fácil engañar a tus células, a tu pelo, a tus uñas, a tu piel, a tu estomago, a tu hígado, a tu páncreas, a tus tripas, que, a tu verdadera personalidad espiritual? Pues ni siquiera eso puedes engañar, pues aun antes que tu razón, que tu conciencia, que tu verdadera personalidad espiritual se entere de que has obrado confusamente mal, ya se están enfermando y quejando tus órganos. Ellos son los que te denuncian y acusan y te llevan ante el juez inconsciente, al que has ayudado a dormirse entre cantos de placeres o gustos que, se vuelven amargos antes, y después de sabrosas alegrías y risas, y que te condenan de tomar rumbos retorcidos y pocos sanos. Caminos retorcidos y escabrosos que parecen, no tener fin después de que hayan desaparecido las fuerzas del momento, y el desfallecimiento sea, la mejor opción para abandonar sin pocos remordimientos, las tareas y las aventuras que parecían maravillosos ensueños y, felices y precipitadas utopías.

 

Y al final de la tormenta viene la calma, y el dolor de las heridas, y el dolor de conciencia, y el dolor de reconocer que estaba equivocado, y que las alegrías y gozos desparecieron en el tiempo ligero y pronto, mientras que los sinsabores vuelven agrio el presente, y las amarguras escuecen dentro de uno, como calentando disgustos a fuego lento. Bueno, pero, para esto hay remedio, y mirando al cielo y al suelo, a todas las cosas que me rodean, veo que en realidad estoy solo como antes, y que todo lo que me rodea, sigue ahí observándome ciegamente, y que ha intervenido en mis experiencias y aventuras, lo que yo voluntariamente he querido sumergirme, he querido participar animando a mis ojos, a mis oídos, a mis manos o, a mis pies. ¡Qué importa que fuera consciente o inconscientemente! ¡Qué importa que fuera enfermado o sanamente! ¡Qué importa que fuera ignorantemente o sabiamente! ¡El volante de mi cuerpo, lo conducía yo, y la velocidad de las intenciones de mi corazón, las aceleraba yo!

 

Dios del Cielo (Cristo Maestro Andar)

¡Acudid a la llamada de vuestro pastor, levantaos ovejas mías!

 

¡Acudid a la llamada de vuestro Padre, despertad y levantaos hijos míos!

 

¡ACUDID A LA LLAMADA DEL DIOS DEL CIELO!

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