Blogia
Un Gran Monte

---EL ALIENTO DE LA MUERTE---

---EL ALIENTO DE LA MUERTE---

EL ALIENTO DE LA MUERTE.

A 10 de junio de 2015.

 

¿Acaso, tal vez o quizás, no había advertido de mí ira?

¿Tal vez, quizás o acaso, se os olvidó que hace unos cuantos años empezasteis a apretarme por demás, y que volvería lo que me hacéis o intentáis hacer contra vosotros?

¿Recordáis cuando por culpa de los bancos, mi vida estuvo en constante peligro, en un País Europeo llamado Georgia, donde me bloqueasteis a conciencia las cuentas bancarías?¿Recordáis que pasó a continuación en los siguientes meses con los bancos, etc.?

 

¿Recordáis  un año y pico después, cuando volvisteis a apretarme un poco más y empecé a acordarme de cuando había estado en ese maldito País antes mencionado y ahora maldito por Dios, y, que a los dos días de quedarme bloqueadas mis cuentas, y por mediación de la Embajada Alemana, El ministerio de Asuntos Exteriores tenía conocimiento de mi situación desesperada y en vez de socorrerme, se hicieron los locos, y unos pocos días después, me quedé sin documentación, sin pasaporte, sin DNI, etc., y este mismo Ministerio, volvió a hacerse el tonto y el loco, esperando que se acabase de una vez con mi vida? ¿Qué os dije entonces en uno o más de mis trabajos publicados en Internet, más que nada dirigido a los políticos? ¿No os acordáis, acaso no os dije, que os turbaría, os confundiría, y os enfrentaría a los unos con los otros?  ¿Qué es lo que desde entonces le viene ocurriendo a la clase política?

 

¡Pues lo que hicisteis este pasado Sábado, fue mucho más grave y con la malicia de los cobardes más ruines y bajos que las especies humanas, pueden llegar a albergar! ¡Y, digo mucho más grave y cobarde, porque no me lo hicisteis a mí, sino a uno de mis hijos!

 

¡Uno de mis hijos tuvo un crítico y grave accidente de moto, donde una de esas defensas metálicas de la carretera le destrozó un pie arrancándoselo de cuajo! ¡Todavía algún día, mi Dios me dirá, si este accidente fue maliciosamente tramado, porque tarde o temprano, en su adecuada medida de tiempo, para que no pierda la cabeza, me lo dirá. Esperará a que todo se calme y me enfríe, para que no cometa ningún alocado error, que pueda llevarme a un manicomio o a la cárcel, donde sin lugar a dudas les sería mucho más fácil acabar con mi vida!

 

Bueno, pues cuando llegué al hospital donde mi hijo accidentado estaba, sobre aproximadamente a las dos horas de su ingreso en este, uno de los moteros, uno de sus compañeros de viaje, al ver que estaba preguntando en recepción por mi hijo, se me acercó y me pregunto si era el padre de…(mi hijo), a lo cual asentí, y entonces me empezó a informar, de que había hablado con el médico de guardia que le había atendido, y después de todos los reconocimientos y pruebas, etc., que le hicieron, dicho médico, le aseguró, que mi hijo a pesar de la gravedad, no tenía ningún órgano vital dañado ni siquiera levemente, y que se encontraba estable y fuera de peligro mortal, pero que había perdido el pie por encima del tobillo. Y como la pierna había quedado destrozada, no se le podría injertar de nuevo. Claro que el disgusto que me llevé fue horrible, pero me consolaba pensando en aquello que él antes mencionado motero, compañero de mi hijo, me repetía una y otra vez, que lo más importante era que su vida no corriese peligro mortal, porque a pesar del tremendo impacto, no tenía ningún órgano afectado. Y la verdad, a pesar de tan tristes noticias, sí, que pensar que su vida no corría peligro de muerte, servía de gran consuelo, y era a pesar de tan triste desgracia, un gran alivio, que me aligeraba el cuerpo de un gran peso que ahogaba de amarga tristeza mi alma.

 

Luego de recibir estas tristes y amargas nuevas, que despertaban todos mis viejos temores, miedos y horribles pesadillas, que oscurecían mi vista y cegaban mis oídos, hundiendo mi espíritu en un pozo de profundo alquitrán, donde todo lo que respiraba, ya no me asfixiaba, porque ya mi alma, no respiraba el aire limpio o sucio, de este mundo, sino que, respiraba el vacio sin sentido que deja en uno, la confusión y el aturdimiento, como si a mi conciencia la hubiesen expulsado de la atmosfera terrestre y vagase eternamente por la oscura frialdad del espacio infinito. Por lo que, como correspondía con mi personalidad, y a pesar de la información recibida, me dirigí de nuevo a la recepción, e identificándome, le rogué que el médico que había atendido a mi hijo, me recibiese, para informarme de su estado y si podía verlo, y acompañarlo. Y, así fue, al cabo de poco tiempo, se presentó el médico de guardia que le había atendido en su ingreso y muy amablemente, me informó, casi exactamente, lo que el compañero motero me había contado…, que no tenía ningún órgano vital afectado, etc., y, que el pie lo había perdido y no tenía solución posible. Entonces le rogué que me llevase junto a mi hijo y me dejase permanecer a su lado hasta que se lo llevasen para el quirófano para operarlo, etc. Por lo que muy amablemente aceptó, y al lado de mi  hijo me dejó. Éste aunque muy sedado, me reconoció, y yo le hablé cariñosamente y le tomé de la mano que no tenía tan lastimada, y traté de consolarlo. Bueno, yo en cierta medida me quedaba tranquilo, después de que me aseguraran, que ya estaba fuera de peligro. Y también pensando que además de todas las pruebas para saber cómo realmente era su estado general, ya no había realmente ningún peligro, ni sorpresa, que pudiese poner su vida en peligro, etc., y que, ya hubieran tomado todas las medidas y precauciones, para que así fuese. Por lo que esto hacía que me consolara a mí mismo y me servía para tranquilizarme. Y de que lo peor, ya había pasado. Porque esto fue lo que me aseguraba tal profesional médico de guardia que le había atendido y, supervisado todo tipo de pruebas, etc. Bueno, tal médico de guardia se fue y yo, ya más tranquilo, me quedé con mi hijo. Luego al pasar el tiempo, me fijé que tan solo sobre la camilla donde estaba tendido, solo había dos goteros. Y cuando en una de la ocasiones se acercó una de la enfermeras a atenderlo, le pregunté por los goteros, y uno era de suero y el otro un sedante. Entonces, como una gran sombra negra y pesada, me cubrió, haciendo que todo lo viese como una negra conspiración contra mí, sirviéndose de mi hijo. Pero lo rechacé de mi, cómo una imaginaria paranoia imposible, que tan solo deseaba horriblemente martirizarme y mortalmente angustiarme. No. No podía ser. Pues un profesional médico, y además que, seguro que las medidas y pruebas, estarían supervisadas, también por los demás compañeros médicos de guardia. No. No podrían caer tan bajo, de conspirar a través de mi hijo, contra mí, etc. Seguro que cuando afirmaban que estaba ya fuera de peligro, tenía que ser cierto, porque de ser muy grave, ya estaría urgentemente en quirófano, para solucionar los inconvenientes que fuesen muy graves y de riesgo para su vida. Por lo que me esforcé lo más posible por tranquilizarme y lo conseguí, y me dediqué a consolar a mi hijo.

 

Bueno, la verdad, es que pasaban las horas, y esto me remordía la conciencia, pero yo me negaba a masticarla, porque se estaba retrasando mucho la entrada en quirófano. Pero una y otra vez, me repetía que unos profesionales, y dedicados a casos de urgencias, sabrían perfectamente lo que tenían que hacer y la urgencia que requería cada accidentado y cada caso, y las medidas oportunamente profesionales a tomar, para que los pacientes graves, o más graves, o muy graves, estuviesen atendidos según sus circunstancias. Pero aún así, a mí, había cosas que me intranquilizaban. ¡Detalles de bulto que latían como adoquinazos en mi conciencia! ¡Pero que me negaba a escuchar! ¡Porque no! ¡Porque no podía ser! Pero al mismo tiempo, había pequeños detalles de bulto, ¡que abultaban demasiado! Como que a mí hijo, lo viniese a recoger al lugar del accidente, un helicóptero, para llevárselo muy urgentemente para el hospital. Y. Otro detalle de bulto, era que, el motero compañero de mi hijo, me había dicho, que mi hijo tras perder el pie, le hicieron un torniquete, pero que aún así, perdió mucha sangre. Bueno, pero estas cosas quería suponer que ya las habían solucionado los médicos, y que si le hubiese hecho falta sangre a mi hijo, se la habrían puesto. Lógicamente cualquiera pensaría que estas cosas tan básicas estarían solucionadas, estando ingresando en uno de los mejores hospitales de Galicia, y, con muy buenos supuestos profesionales. Y. Estos propios convencimientos, era a los cuales yo me quería aferrar con todas mis fuerzas, con toda mi mente y con todo mi corazón humano. Más tarde comprendería espantado y lleno de rabia, dolor, rencor e ira, que ni mente humana, y mi corazón humano, estaban equivocados, y, que mi lógica, y razón humana, estaban equivocadas. Puesto que, transcurrieron unas inagotables horas, hasta que se llevaron a mi hijo a quirófano, para operarlo. Y yo con mi alma humana, y con mi corazón humano, suspiré de alivio, porque, ¡por fin, todo peligro para la vida de mi hijo quedaría resuelto, y de una vez se despejaría todos mis temores y dudas agónicas!

 

Transcurría el tiempo, más como quería creer que mi hijo no estaba ya en peligro mortal, pues si no, no se entendería que se diesen tanta prisa en transportarlo en helicóptero tan rápidamente a un hospital de los más importantes de Galicia, para luego tenerlo allí, sobre una camilla, durante unas interminables horas, tan solo atendido, con un par de goteros, uno de suero y otro de sedante. Como es lógico, y comenté antes, supuse que ya habrían tomado urgentemente las medidas adecuadas requeridas a tal caso y urgencia. Y esa gran confianza que yo depositaba por anticipado en unos profesionales acostumbrados a tales situaciones de urgencia y emergencia sanitaria, tenía un gran peso en mi conciencia humana, como para acallarla y tranquilizarla. Pero también comprobaría más tarde, que mi conciencia humana, se equivocaba. Porque, como decía antes, la operación se alargaba, pero esto no suponía en principio nada nuevo ni grave, ya que además del médico de guardia, que me había atendido al principio, luego vino otro de sus compañeros, que se presentó como un cirujano, el cual nos explicó, que ya lo iban a llevar a quirófano. Y, que si podían aprovechar para además de operarle el muñón (palabra que me sonaba extraña para mi hijo, palabra que me parecía que pertenecía a otro mundo, no al de mi hijo), también aprovecharían para operarle las otras roturas que tenían, una en la misma pierna, y otra en un brazo. Por lo que no nos preocupaba que la operación durase tanto, ya que ya habíamos sido advertidos e informados.

 

Y, mientras esperábamos, y, a pesar de que yo le había dicho a mis otros hijos y a su madre, que también me iba a quedar el resto de la noche allí, empecé de repente a encontrarme agotadoramente cansado, puesto que ya el día anterior había madrugado mucho, más que de costumbre, sobre las cinco y media de la mañana. Y esa noche además me había despertado a las dos de la madrugada, y ya no había vuelto a dormir. Y, como ya estaban sus hermanos, su madre, y, cinco o seis moteros, esperando al termino de las operaciones y que saliese del quirófano, le dije, que me encontraba muy cansado, y que me llamasen  por teléfono cuando su hermano accidentado saliese de quirófano, para informarme y tranquilizarme. Y me fui para mi casa, la cual queda casi a dos horas de camino en coche, del citado hospital. Y me acosté. Y antes de siquiera que pudiese tranquilizarme y relajarme, para poder dormir y sin conseguirlo, sonó el teléfono. Y más que de un salto, fue un sobresalto nervioso y con mucha impetuosa alegría, la que me despidió automáticamente de la cama, para coger el teléfono, para que me dijesen, que ya había salido del quirófano y que todo estaba bien, muy bien, para por fin, poder romper las cadenas que apretaban con toda fuerza mis pulmones impidiéndoles respirar  la vida, la vida mía, que se encontraba  ahogada en el suspense de un mar de sospechosas e irrespirables, e inrespirables dudas. ¡Pero estas irrespirables dudas, todavía me dejaron mucho más sin vida, cuando uno de mis hijos, me dijo que había salido del quirófano, pero se hallaba en estado muy gravemente crítico! ¡Como me dejó esta noticia!, ¡esto!, ¡esta situación!, ¡este estado!, ya no se describirlo en mis emociones y sentimientos, y hasta mi cerebro, como si hubiese hecho cortocircuito, dejo por unos pocos segundos de pensar, mientras mi boca atontada, decía cosas como: ¡Que…!, ¡como…!, ¡pero…! ¡Porque de repente me había quedado imbécil del todo! ¡Podría asegurar, que me había convertido en un puro subnormal!, que no entendía, ni sabía nada, y, que nada de lo que había oído hace unos segundos, pertenecía a mi mundo, a mi realidad, a mi conciencia…mientras seguía escuchando desde otros mundos lejanos que habitan escondidos dentro de mí, al hijo que me estaba hablando del grave estado crítico de su hermano, desde el otro extremo de un agujero negro que se había abierto dentro de mi alma, por donde mi triste y lagrimeante imaginación, veía alejarse a mi hijo accidentado para siempre. Entonces al ver que perdía a uno de mis hijos, me llené de indignación, de rabia, de rencor, de odio, de ira, y rompí a gritar por teléfono, diciéndole al hijo que me estaba hablando, que había sido mucho mejor, que me hubiese ido del hospital antes que su hermano hubiese salido del quirófano, y, que así lo había querido Dios. Porque si estaba tan grave, tan mal, ¿por qué, esperaron tantas horas, teniéndole allí tirado en una camilla, tan solo con un gotero de suero y otro de sedantes? ¡Esto era evidente, que ni le habían hecho ninguna transfusión de sangre, ni había recibido las atenciones que su estado de gravedad requerían, y, que todo indicaba, que a propósito estaban esperando a que mi hijo accidentado se debilitase cada vez más, para que alcanzase un estado muchísimo más grave y crítico, del cual resultase imposible luego salir con vida. Y lo que era todavía peor, era que mis sospechas, lo que parecían paranoias angustiosamente horribles, empezaban a ser ciertas. Pienso que esto es un claro intento de homicidio o de asesinato, como quiera que las leyes asquerosamente legales, ya por ser tan legales, que para unos lo son, y para otros,  son lo que les dé la gana que sean, a los jueces de turno o de moda, o a los jueces puestos a dedo, enchufados, sometidos a los poderes corruptos, y sometidos a toda clase de mafias legales o ilegales, etc., más en un día cada vez menos lejano, tan cercano, que a la mayoría no os dará tiempo de perecer de viejos, sin antes ser juzgados ante la Justicia de Dios, y avergonzados públicamente, y condenados.

 

Me despedí del hijo que tenia al teléfono, y empecé trágicamente a pensar, que iba a perder a su hermano. ¡Y caí en un estado de depresión lamentable, del que prefería ya no salir, más que para morirme, antes de que lo hiciese mi hijo accidentado! Entonces muy abatido, me dirigí AL que siempre tantas veces, me había librado de la muerte, e humildemente le pedí que salvara al hijo que se me moría. Le rogué con toda mi triste alma, que me llevase a mí de este mundo, pero que salvase la vida de mi hijo. ¡Dios mío!, yo ya estoy cansado de este mundo, me siento viejo y fracasado. Siento que he vaciado mi vida, y que en este mundo, ya nadie me necesita. Yo ya he vivido mi vida, y ya no le encuentro sentido, permanecer en este mundo. ¡Ten compasión de mí! ¡Ten piedad y misericordia! ¡Ten compasión de tu siervo! ¡Salva a mi hijo!

 

La verdad, no esperaba que Dios me contestase, pues no siempre lo hacía y ni siempre acudía, cuando yo le necesitaba, sino, que lo hacía, cuando Él quería, porque Dios posee más que una mente humana y unas miras dimensionales, donde nuestros miedos, sufrimientos y angustias, son impedimentos, son muros, son fronteras, que nos impiden evolucionar, progresar y perfeccionarnos espiritualmente. Como cuando nosotros somos niños y nuestros padres, tíos, amigos, etc., pretenden enseñarnos a nadar, y, nuestros terribles miedos y angustias por temor a ahogarnos, nos impiden razonar, sosegarnos, y tranquilizarnos lo suficiente, como para atender a razones y hacer lo que nos mandan o indican, para que aprendamos a nadar. ¡Pues, precisamente si aprendemos a nadar, aprenderemos a no ahogarnos! Pero esto está muy lejos de ser aceptado y comprendido, cuando por primera vez, dejamos de tocar con nuestros pies el fondo marino, o de un rio, lago, etc.

 

Sin embargo, cuando en mi desesperación, me sentía profundamente tan solo, que pensé que mi buen Dios me había abandonado, y que se encontraba tan lejos en su Cielo infinito, que no podía escuchar mis llamadas de auxilio, y de socorro, sí, respondió inmediatamente. Tan rápidamente que me cogió de sorpresa, porque debió afligirle mi gran pena y angustia, y se compadeció de mí. Y, sentí su cariño. Y sentí su compasión amorosa. Y me dijo que a mi hijo lo salvase yo. Esto todavía me dejó más sorprendido. Y le dije: Señor, siempre me has guiado y orientado, a cómo debo realizar y llevar a cabo tu Voluntad en este mundo. Yo sin ti nada sé. Yo sin Ti soy un ignorante perdido y desorientado.

 

Y me dijo: Ten fe. Es hora de que empieces a tomar decisiones. Déjate guiar por mi espíritu. Por el espíritu de mi Imagen y Semejanza, que es grande en ti. (“Suelta mi mano y échate a volar. Suelta mi mano y empieza a nadar”) Esto último, no me lo dijo con palabras, sino que fue como una emoción y un sentimiento, que me hizo sumergirme dentro como de otro cuerpo interior que está dentro del cuerpo físico, Y en ese momento, supe lo que tenía que hacer para salvar la vida de mi hijo. Como cuando uno por fin, pierde el miedo y empieza nadar. Y, en aquel momento mágico, en el que nuestra conciencia acepta y comprende, que ya no nos hundimos en el agua, y que estamos flotando sobre un mundo nuevo, que acabamos de descubrir al traspasar las puertas de nuestras dudas y temores. Y entonces, me dejé llevar por el hacer de mi espíritu, y sumergiéndome en el cuerpo de mi hijo moribundo, tomé la muerte, que envolvía por fuera y por dentro, todo el ser de  mi hijo, y la absorbí, dentro de mí. Y cuando estuvo bien dentro de mí, la soplé hacia los más grandes responsables de este País, de España. De los que están en la cúspide de la pirámide, y los que realmente representan el verdadero y real poder. Y lancé la muerte sobre ellos y dos de sus hijas. Pero no toda la muerte. Si no que extrañamente, tan solo la mitad de ella. La otra mitad noté que permanecía dentro de mí. Sin embargo, no notaba que a mí me provocará ningún daño grave. Sino que permanece en mí, como cuando se siente que uno ha comido demás y siente dentro de su estomago un peso, pero que no molesta, ni causa malestar, ni dolor. Y siento, que, esta otra mitad de la muerte que me quedó guardada en mi alma, no es para mí, sino, para cuando sea necesario terminar lo que empecé.  Por si los interesados han sentido el aliento sobre sí de la muerte, y tienen dudas, esta operación relatada, ocurrió la noche en que operaron a mi hijo, y después de que saliese del quirófano. Esta fue la noche del sábado para el domingo pasado, y seria  entre las tres y las cuatro de la mañana. Por si a los interesados, les conviene saberlo, y atenerse a las próximas consecuencias, si a mi hijo le vuelve a suceder algo raro. Y, si decidís seguir adelante, tomadla conmigo. ¡Matadme a mí, atajo de indecentes parásitos intestinales de España, y acabad de una vez con mi vida, asquerosos y repugnantes casta de cobardes! ¡Pues mis hijos no tienen la culpa de como es su padre! ¡Ni tienen la culpa de lo que hace o dice su padre, al que intentáis liquidar, por precisamente existir en este corrupto País, la libertad de expresión!

 

¡No me importa lo que hagáis, ni las medidas legales o ilegales que toméis, porque ya os he perdido el miedo, y ya no tengo miedo a perder mi vida! ¡Lo único que temo en esta vida, es perder la comunicación con Dios, que es el único Ser vivo y real, que me ama, me protege y  me salva! ¡Y, no me refiero solo a mi vida física, esta es la que ya menos me importa!

 

¡Y ya no me importa, lo que creáis, o si me creéis o no! Esto ya ha dejado de ser de mi interés. Lo único que me importa, es que sé, que Dios está conmigo. Y lo único que me importa, no es lo que vosotros penséis o hagáis. Sino que lo que realmente me importa, es lo que Dios piensa de mí. Lo que Dios quiere y espera de mi. ¿Acaso he de perder el tiempo y mis energías, malgastándolas en lo que pensáis de mi, etc., sabiendo que debo emplearlas para dedicarlas a servir los intereses de mi Único y Verdadero Dios? ¡Pues al fin y al cabo, Él, es el único que me ayuda y socorre, cuando lo necesito! ¡Vosotros, cada cual anda a lo suyo! ¡Y lo mío, es corresponder, con Quien me corresponde con mucho más, que lo que jamás yo pueda soñar corresponderle!

Cristo Maestro Andar.

Nota:

Isaías 11:4 sino que juzgará con justicia a los pobres, y decidirá con equidad en favor de los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios matará al impío. 

0 comentarios